banner

Noticias

Jan 01, 2024

Sólo un milagro (o un inversor) podrá salvar el último taller de estaño en España

El último lingote que Estaños de Pedraza alguna vez fundirá reposa sobre una desvencijada silla de Darro. Este pequeño taller de la localidad de Pedraza, en la provincia de Segovia, España, trabaja con estaño desde hace 55 años. En un momento dado, 14 artesanos estaban fundiendo las valiosas piezas, pero ahora sólo quedan tres; Hoy en día trabajan como cooperativa. Este año dos de ellos se jubilarán y el artesano restante se verá obligado a cerrar el taller. No hay aprendices ni inversores. Esta artesanía es una de las muchas que se están perdiendo en España en medio de una extraña paradoja: el aprecio por el trabajo artesanal ha aumentado, pero los artesanos no encuentran a nadie que continúe la tradición.

Estaños de Pedraza fue fundada por Paco Muñoz, quien alcanzó reconocimiento internacional como interiorista y diseñador y como fundador de la empresa de muebles Casa & Jardín. Su hija, Mafalda Muñoz –también interiorista y cofundadora de la galería de diseño contemporáneo Machado-Muñoz– recuerda que su “padre llegó a Pedraza en su Vespa en los años 50 y se enamoró del pueblo. Compró algunas casas en ruinas y se implicó en la conservación y rehabilitación del pueblo”. La década siguiente, a petición del alcalde, Muñoz participó en una difícil tarea que continúa hasta el día de hoy: intentar evitar que los jóvenes abandonaran Pedraza por falta de oportunidades. En aquella época apenas había turismo y el pueblo sólo contaba con un único asador, un restaurante especializado en carnes a la brasa (hoy en día hay 15, y Pedraza se ha convertido en un destino popular por su cordero asado). Muñoz tuvo la feliz idea de llevar a un par de aprendices a Portugal para aprender el oficio del estaño; Luego montó un taller que acabó distribuyendo más de 400 piezas originales de diseño propio, que aún hoy se fabrican: candelabros, bajoplatos, jarras, jarrones, ceniceros, soperas y las icónicas lámparas de mesa hexagonales que aún se ven en muchas posadas (Muñoz era uno de sus principales proveedores).

Algunos amigos de Paco Muñoz le ayudaron a ganar fama mundial. La reina Fabiola de Bélgica cambió todos sus enseres domésticos por hojalatas de Pedraza. Nelson A. Rockefeller, uno de los herederos del magnate americano, visitó la tienda local cuando viajó a España para asistir al funeral de Francisco Franco y compró todo lo que vio.

Aunque no es un metal precioso (algunos lo consideran la plata de los pobres), el estaño no es barato. De hecho, la fluctuación de precios es uno de los problemas que enfrenta la empresa. El último lingote que será fundido en el taller pesa aproximadamente 30 kilos (unas 66 libras). Justo antes de la pandemia, un kilo (2,2 libras) de estaño costaba unos 28 euros (unos 30 dólares); La última vez que el artesano Gorete Pascual comprobó el precio, era de unos 50 euros (unos 53 dólares). “A veces no se obtienen [ningún beneficio]; todo se destina a los materiales”, dice antes de poner el estaño en un horno a 600 grados. Gorete es uno de los tres miembros de la cooperativa moribunda. Tiene 61 años y practica su oficio en este taller desde los 16. José Luis Hernán y Andrés Díaz también empezaron a trabajar aquí desde pequeños. Llevan casi cinco décadas en Estaños de Pedraza y se jubilarán este año. Juntos cerrarán el taller.

Con sus propias manos, han fundido, reelaborado, soldado, torneado, limado, pulido y patinado entre 1.100 y 1.900 piezas al año. Sus ventas ascendieron a 150.000 euros (unos 159.484 dólares) al año. Venden de todo en la tienda situada encima del taller. Sus piezas más elaboradas cuestan más de 8.000 euros (unos 8.505 dólares), pero un llavero puede costar 15 euros (unos 16 dólares). Su plan es fundir las piezas que quedan, para acabar con el stock. El trabajo no es fácil. Todo está hecho a mano. Primero preparan los moldes con arena húmeda prensada. Este es posiblemente uno de los últimos (si no el último) taller de España que todavía utiliza moldes de arena. Eso significa que cada molde se usa una sola vez, por lo que las piezas son únicas. “Hay que encajar con precisión una caja encima de otra para que al verter el estaño fundido por los bebederos [los agujeros que dejan para meterlo en la arena] llene todo el agujero. No se puede exceder con la humedad y la lata tiene que estar muy caliente. Empieza a derretirse a los 200 grados, pero tiene que llegar a los 600 grados. Si no se llena bien hay que empezar de nuevo”, explican. Luego lo reelaboran y lo sueldan para ensamblar el producto final. Por todas las mesas tienen objetos a medio montar, muchos de ellos decorativos, como animales, obeliscos y bandejas. “¿Ves este pequeño jarrón que parece un trozo de chatarra? Bueno, no os podéis imaginar cuánto trabajo supone [producir]. Un candelabro pequeño está hecho de cinco o seis piezas, pero uno grande puede tener 30. Eso lo intentas soldar”, dicen riendo. Incluso fabricaban sus propias herramientas: cinceles, limas, martillos. "Como las herramientas que necesitábamos no existían, tuvimos que inventarlas nosotros mismos".

La mansión que alberga Estaños de Pedraza sería un sueño hecho realidad para cualquier creador o emprendedor que busque montar su propio taller. Es perfecto para aquellos que quieren escapar de la ciudad. Para Gorete, Andrés y José Luis ha sido su hogar. No saben qué harán con la casa una vez que se vayan. “Ven y monta una discoteca; A ver si así conseguimos recuperar a los jóvenes y animar la ciudad con algo más que turismo”, bromean. Todavía les queda cazar (“corzos, zorros, perdices, conejos, liebres”, dicen enumerando las posibilidades), recoger setas, pasear a los perros… en definitiva, tiempo libre. No han decidido del todo qué hacer con él, pero de una cosa están seguros: “Llevamos aquí casi 50 años haciendo lo que amamos. Y lo estamos disfrutando hasta el último día. No todo el mundo puede decir lo mismo de su trabajo”.

Suscríbete a nuestro boletín semanal para recibir más cobertura de noticias en inglés de EL PAÍS Edición USA

COMPARTIR